¡Odio mi cuerpo! Trastorno dismórfico corporal, un padecimiento que impulsa a la transformación de la persona debido a una constante insatisfacción de sí.

Algo está mal con mi cuerpo, con mi imagen, con la manera en que luzco y debo cambiarlo… es una creencia recurrente entre quienes padecen el trastorno dismórfico corporal (TDC). Un padecimiento que, con frecuencia lleva a prácticas poco saludables como los trastornos de la conducta alimentaria o la adicción a las cirugías plásticas.  

¿Qué es el trastorno dismórfico corporal? 

Ciertamente todos nos preocupamos por nuestra apariencia y procuramos lucir lo mejor posible, pero hacer de esto una obsesión puede tener como telón de fondo este trastorno, una enfermedad grave en la que la persona está demasiado preocupada por defectos físicos menores o imaginarios. Estos supuestos defectos no suelen ser evidentes a los ojos de los demás; sin embargo, para quienes viven con TDC, pueden significar un problema de gran magnitud y se obsesionarán con modificarlo por medio de cirugías.  

Debido a ello, la persona con trastorno dismórfico corporal puede sentirse ansiosa por sus defectos, por lo que evitará la vida social y las relaciones, este trastorno daña la vida de las personas de manera severa. A falta de autoaceptación estas personas también considerarán que pueden ser rechazadas por los demás.   

Cualquier parte del cuerpo puede ser motivo de dismorfia, desde la piel, la forma de la nariz, el tamaño de los pechos, la forma del cuerpo…  

Síntomas del TDC 

Algunas manifestaciones del trastorno dismórfico corporal son:  

  • Estar preocupada por defectos físicos menores o imaginarios, que los demás no suelen notar. 
  • Creer fuertemente que se tiene un defecto en la apariencia que genera una imagen poco agraciada o deforme 
  • Tener mucha ansiedad y estrés por el defecto percibido y pasar mucho tiempo enfocándose en él. 
  • Quejas constantes respecto a la parte que se rechaza. 
  • Comprobación de la apariencia en el espejo y excesivo arreglo.  
  • Intentos de ocultar la parte imperfecta.  
  • Comparar constantemente la apariencia con los demás a un punto que se convierte en su mayor preocupación. 
  • Buscar la aprobación de otros sobre cómo luce y no creer cuando halagan tu apariencia. 
  • Practicarse una cirugía estética pero no estar contenta con el resultado obtenido e intentarlo de nuevo.  

¿Quién es más vulnerable al TDC?  

Una de cada 50 personas puede tener TDC. La afección es más común en mujeres y suele comenzar en la adolescencia. Las personas con TDC suelen tener otras afecciones de salud mental, en especial trastornos de la conducta alimentaria, depresión y ansiedad

¿Por qué surge el trastorno dismórfico corporal?  

Aunque no se conocen totalmente las causas por las que una persona sufra TDC, se han identificado ciertos factores que pueden ser detonadores importantes para ello. 

  • Diferencias cerebrales. Los cambios físicos en la forma del cerebro y cómo funciona pueden desempeñar un papel importante entre las causas del TDC. 
  • Antecedentes familiares. Algunos estudios demuestran que el TDC es más común en las personas cuya madre, padre o hermanos también tienen TDC o trastorno obsesivo compulsivo. 
  • Experiencias en la infancia. Las situaciones o eventos que ocurrieron en la infancia pueden hacer que una persona sea más propensa a desarrollar TDC. Si se sufrió bullying por temas corporales, si los padres sometieron a los niños a críticas o tratamientos para modificar su cuerpo por alguna razón.  
  • Otras afecciones de salud mental también hacen vulnerables a las personas de desarrollar TDC, tal es el caso de la depresión, la ansiedad y el TOC.  

¿Cómo tratar el TDC?  

Asimismo, en estos casos el neurofeedback dinámico puede apoyar el tratamiento, dando soporte con sus beneficios:  

Este es un trastorno que se fundamenta en falsas percepciones, por lo que su abordaje debe ser integral, partiendo de una terapia cognitivo conductual y, si es necesario, un abordaje farmacológico.  

  • Disminución de comportamientos compulsivos y obsesivos.   
  • Ayuda en la gestión del estrés y la ansiedad.  
  • Mejores niveles de descanso y calma.    
  • Reduce el estado de ansiedad.   
  • Ayuda a regular la sensación de malestar.    
  • Lograr mayores niveles de flexibilidad y autorregulación.   

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