Miedos y fobias en la infancia, ¿qué hacer con ellos? Es un artículo que nos ayuda a entender las afectaciones de éstas en la vida de los más pequeños y cómo ayudar a superarlo.
Miedos y fobias en la infancia son más comunes de lo que imaginamos; gran parte de los niños desarrollan algún temor respecto a su entorno. Esta es una respuesta natural adaptativa, que busca proteger al infante de los riesgos que pudiese correr.
Entre el 30% y el 50% de los niños presentan uno o más miedos intensos, pero no todos tendrán significación clínica. La prevalencia de las fobias oscila entre un 3 y un 9% de los niños y adolescentes, llegando incluso a un 15% según diferentes autores.
Aunque los miedos suelen ser comunes éstos son pasajeros y se resuelven espontáneamente con la maduración cognitiva. Por su parte las fobias son más frecuentes en los adultos, pero la mayoría inician en la infancia, siendo un factor de riesgo para el desarrollo de futuros cuadros psicopatológicos; de ahí que sea importante tratar los miedos tempranos y las posibles fobias desde la niñez.
Miedos según la edad
Aunque todos los niños pueden presentar temores en alguna parte de su vida, en cada rango de edad suelen ser comunes algunos de éstos. Su origen depende de la genética, el temperamento o el ambiente en el que desarrolla sus experiencias de vida el niño, así como el aprendizaje directo e indirecto.
A partir de los seis meses de edad, los niños comienzan a vivir algunos miedos: los extraños, el abandono de los cuidadores, la separación a sus figuras de apego. Estos temores se acentúan hacia los dos años; sin embargo, se considera que es una programación genética con alto valor adaptativo y de supervivencia.
Mayores a los 2 años, y hasta los 6, comienzan a temer a ciertos animales o ruidos muy fuertes, como los truenos, la oscuridad, los monstruos y fantasmas, o aquello seres que ven en la televisión. La mayoría de los miedos a animales, por ejemplo, comienzan en esta etapa y pueden llegar hasta la adultez.
Etapa escolar
Ya en la etapa escolar disminuyen estos tipos temores. El pensamiento operativo y la capacidad para razonar de forma concreta mejoran la percepción de la realidad, perdiendo el temor a temas imaginarios o fantásticos; ahora aparecerán miedos a situaciones reales como catástrofes, enfermedades, eventos donde se involucre la sangre.
Al final de esta etapa comienza, aunque poco frecuente, el miedo a la valoración negativa de los iguales o a los exámenes. Los temores frente a temas de socialización comenzarán a surgir, acentuándose en la adolescencia.
Miedos y fobias
La diferencia entre miedos y fobias es compleja, ya que no sólo se trata de un miedo extremo. La fobia es un temor no justificado ante un objeto o situación que pudiera ser exagerada o irracional, generando el individuo unta intensa sensación de angustia, acompañada del deseo de evitarla a toda costa. Las fobias producen elevado malestar emocional con repercusiones funcionales extremas.
Los niños fóbicos pueden permanecer asintomáticos fuera del estímulo fóbico o, por el contrario, manifestar un gran sufrimiento si la fobia es invasiva y no es posible la evitación.
Las fobias en niños ya adolescentes producen ansiedad de manera constante al exponerse a los objetos o situaciones de temor específicos. Las fobias comunes incluyen el miedo a los animales, los insectos, la sangre, las alturas, los espacios cerrados o a volar. En los niños o adolescentes, el miedo identificado debe durar por lo menos 6 meses para que se considere una fobia en lugar de un miedo temporal.
Entre las fobias que se ven en niños y adolescentes, se incluyen:
- Fobia específica. Ansiedad relacionada con un objeto o una situación determinada.
- Trastorno de pánico. Miedo intenso o incomodidad que se manifiesta con signos fisiológicos como alteración respiratoria, mareos, temblores, miedo a perder el control y ritmo cardíaco aumentado. Los síntomas pueden durar varias horas, pero por lo general alcanzan su pico después de 10 minutos.
- Agorafobia. Miedo e incomodidad de exponerse a espacios abiertos o salir de casa.
- Trastorno de ansiadas social. Temor a exponerse a situaciones sociales donde su desempeño y socialización se vean sometidas al juicio y crítica de otras personas.
- Ansiedad por separación. Miedo y ansiedad al ser separado de una figura de apego (padres, madres, cuidadores, etc.)
- Mutismo selectivo. La incapacidad de hablar en situaciones sociales específicas en un niño o adolescente que no tiene impedimentos para hablar en otras situaciones.
- Terrores nocturnos. Aunque no son fobias como tal, éstos son episodios de gritos, miedo intenso y agitación del cuerpo mientas todavía el niño se encuentra dormido. También conocidos como «miedos del sueño», a menudo ocurren en combinación con el sonambulismo.
¿Qué causa las fobias?
Los investigadores sugieren que tanto los factores genéricos como los del entorno contribuyen a la aparición de fobias. Las fobias específicas se han relacionado con un primer encuentro que provocó miedo con el objeto o la situación que causan la fobia. Se desconoce si esta exposición condicionante es necesaria o si las fobias pueden desarrollarse en los individuos con predisposición a desarrollarlas.
Miedos y fobias en la infancia, ¿qué hacer con ellos?
No hay forma de evitar los miedos y las fobias. En el primer caso los miedos pueden desaparecer por sí solos, pues no olvidemos que son mecanismos de adaptación. Si estos no son pasajeros y se acrecientan o intensifican, mutando a una fobia, entonces será prudente tratar al niño a través de especialistas.
El tratamiento básico de las fobias y los trastornos que ésta conllevan suele ser la técnica conductista que se aboca a tratar los síntomas altamente desagradables para el paciente, éstos pueden seguir apareciendo si no se produce un verdadero cambio emocional.
Por ello, además de la aproximación conductista, se recomienda utilizar técnicas que también aborden el trabajo neuronal que se establece ante el trastorno y las alteraciones que éste produce en el cerebro.
El neurofeedback dinámico ayuda al cerebro a adaptarse al nuevo entorno de manera natural. A través de las sesiones de entrenamiento se habla directamente al cerebro en un lenguaje comprensible y directo, y se le comunica lo que no está haciendo correctamente para que pueda corregirlo.
Esto lleva a que el niño se encuentre más relajado, receptivo y dispuesto. En el caso de trastornos de ansiedad, reducirla ayuda tanto en la eliminación de síntomas como en la búsqueda de la base del problema. Al sentir menos ansiedad es más fácil trabajar con técnicas de afrontamiento propias del conductismo y elimina la inhibición que suele ir asociada a la búsqueda del origen de la ansiedad.
También podemos considerar al neurofeedback dinámico como una excelente manera de rehabilitación cognitiva y útil para acelerar los cambios que se dan con terapias psicológicas, pues actúa en el sistema nervioso central y por lo tanto ayuda a evolucionar a nivel físico, mental y emocional.
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