La vida laboral y la enfermedad mental, una reflexión que nos ayude a generar espacios seguros para quienes viven estos padecimientos.
—Hoy no voy a trabajar —le dijo Miriam a su madre.
—Es el cuarto día que faltas, te van a correr.
—Pues que me corran, de todos modos no tiene sentido ir a la oficina; no puedo hacerlo, sólo déjame dormir —y luego de decirlo, se hundió en el colchón y cubrió su rostro con las cobijas.
Ya eran semanas las que Miriam había resistido con ese sentimiento de vacío, falta de interés en todo, cansancio e insomnio. Se encontraba irascible, se sentía incomprendida y su cuerpo simplemente no tenía fuerza para algo más que respirar.
Una tarde Rodrigo, su jefe, llamó para advertirla: ¡Si no te presentas mañana mismo en la oficina, estarás fuera! Pero ni siquiera la amenaza de perder el trabajo, que en otro tiempo tanto había amado, le hizo salir de la cama. Era evidente que estaba deprimida y requería tratamiento.
Fue el mismo Rodrigo quien le recomendó a su psiquiatra. Él sabía perfectamente lo que Miriam estaba pasando, hacía unos años le diagnosticaron trastorno de ansiedad generalizada. Debido a ello había perdido el trabajo y la había pasado tan mal que pensó en quitarse la vida.
Pero una amiga le salvó: recibió tratamiento médico y psicoterapia, recuperó el control de su vida y se reincorporó al trabajo con éxito. Esos días eran pasado, pero Rodrigo no los olvidaba, en cuanto vio los síntomas de su colega supo lo que tenía que hacer.
Recibir un diagnóstico de enfermedad mental
Recibir el diagnóstico de una enfermedad mental no es fácil, implica una carga de estigmas que pueden acentuar el padecimiento si el contexto social al que se pertenece no es receptivo y empático a los temas que tienen que ver con ello.
Ansiedad, depresión y estrés crónico son las primeras causas de incapacidad laboral por enfermedad mental. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud cerca de 450 millones de personas sufren trastornos mentales con una prevalencia similar en hombres y mujeres. Sin embargo, no todos reciben un diagnóstico oportuno ni reciben el suficiente apoyo por parte de sus empleadores.
Según datos de la Real Policía Montada de Canadá, la policía responde cada año a un promedio de 2.8 millones de llamadas relacionadas con la salud mental. Tristemente, según el Centro de Adicciones y Salud Mental de Canadá, el estigma alrededor de estas enfermedades evita que un 40% de personas busquen tratarse.
Pero cada día de retraso en el diagnóstico y tratamiento de una enfermedad mental es también un día menos de vida plena, de productividad laboral y de cuidado para los enfermos.
Desacreditación de las personas con enfermedad mental
Así también, la personas con un diagnóstico de enfermedad mental suelen ser tratadas por su grupo social a partir de mitos y prejuicios, se disminuye su autonomía corporal, se les infantiliza e incluso se cuestionan sus decisiones tanto en la vida cotidiana como en la forma de asumir su tratamiento. Es decir, la gente que les rodea deja de considerarles individuos autosuficientes, ya sea que les sobreprotege o inhabilita, incluso se les desacredita.
En países como México, por ejemplo, apenas hace unos años se comenzó a considerar la ansiedad y la depresión como causa legal de incapacidad laboral, un derecho básico que, sin embargo, requieren un detallado proceso de diagnóstico para hacerlo efectivo, ya que no es una condición “fácil de probar”. Se teme que el trabajador mienta sobre su estado anímico y pida una prestación injustificadamente. Los mitos y los prejuicios siguen siendo argumento de todo ello.
La vida laboral y la enfermedad mental
Las personas con algún diagnóstico de este tipo pasan por serias dificultades para encontrar trabajo, tener relaciones a largo plazo y ser incluidos en la sociedad. Para quienes su afectación ha provocado incapacidad para cumplir con las tareas diarias pueden tener más problemas para encontrar un trabajo, en especial si no han trabajado por mucho tiempo.
Sin embargo, debemos recordar que muchas personas con problemas de salud mental pueden trabajar, y lo hacen. Los estudios demuestran que la mayoría de los adultos con afecciones de salud mental graves o severas quieren trabajar y cerca de 6 de cada 10 de ellos pueden tener éxito con el tipo de apoyo adecuado.
Incluso encontrar un trabajo satisfactorio podría ayudar a mejorar la salud mental y brindar un sentido de propósito que le brinde mejoría en su condición.
Protección legal y económica
Uno de las grandes desventajas para las personas con enfermedad mental que no pueden acceder a un trabajo digno es la cobertura económica de sus necesidades básicas, pero también su acceso a tratamientos médicos y psicológicos. Por ello es importante que las leyes de cada país sean claras y expeditas para brindar cobertura de salud y apoyos por desempleo. Desgraciadamente no en todas partes se cuentan con ellas o no son eficientes.
¿Debo contar de mi enfermedad a mi jefe o compañeros de trabajo?
En general, no existe una ley que obligue a compartir información de salud personal, como una afección de salud mental, con los jefes o compañeros de trabajo. Contarles a otros sobre la afección de salud mental puede poner en riesgo el trabajo en el futuro. Si le cuenta a un compañero de trabajo sobre la enfermedad de salud mental, habría que considerar los resultados de ello. Sería de ayuda hacer una lista de los resultados positivos y negativos de contarle al gerente o alguien de recursos humanos.
En muchos países, el empleador debe adaptar razonablemente el lugar de trabajo si sabe sobre la afección de salud mental; sin embargo, los empleadores no tienen que hacer adaptaciones para discapacidades que desconozcan. Esto puede ayudar a decidir si se cuenta al empleador sobre la condición de salud o no.
No obstante, no podemos ser exhaustivos y considerar todos los casos país por país. Lo mejor será consultar las leyes correspondientes que protegen a los trabajadores de cualquier forma de discriminación en términos de salud mental y de los derechos laborales que consagra cada ley local.
Mientras tanto, es importante que todos nos informemos, derribemos mitos y prejuicios, seamos más empáticos con quienes viven con condiciones de salud mental determinadas y que, en caso de padecerlas nosotros, busquemos ayuda profesional oportunamente.
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