El espíritu navideño está en el cerebro, dice un estudio realizado en la Universidad de Copenhague, y publicado en la revista British Medical Journal.

Tanto si eres un “grinch” o si desde noviembre ya dispusiste de la decoración navideña, la explicación del entusiasmo por la Navidad—o falta de éste— está en el mapeo del cerebro que realizó el equipo de científicos danés.

En el estudio, analizaron el cerebro de 20 participantes a quienes se les mostraron imágenes, tanto navideñas como de la vida cotidiana, y observaron cómo algunas zonas del cerebro se activaban con lo visualizado. Sólo en aquellos que eran entusiastas de las fiestas decembrinas se notó la activación cerebral; mientras que aquellos que no gustaban de la Navidad esas zonas no se activaron.

Para ello, se midieron los cambios de oxigenación y flujo sanguíneo en el cerebro, en respuesta a la actividad neuronal, determinando así qué partes del cerebro están involucradas en el espíritu navideño.

En aquellos que ven la Navidad con un sentido positivo se activaron de forma destacada estas áreas: la corteza motora primaria y la corteza premotora, el lóbulo parietal superior, el lóbulo parietal inferior y la corteza somatosensorial primaria.

Son zonas que se asocian con la espiritualidad, los sentidos somáticos y el reconocimiento de emociones faciales, entre otras muchas funciones. Por ejemplo, los lóbulos parietales izquierdo y derecho desempeñan un papel en la autotrascendencia.

El espíritu navideño son tus hormonas

Por otra parte, al ser la Navidad una celebración que se repite con un ritmo circanual*, genera cambios neuronales y hormonales cuyos efectos en nuestro comportamiento se manifiestan durante la preparación de la fiesta. Esto, según el artículo titulado Navidad, ¿un acontecimiento dirigido por nuestras hormonas? Publicado por el Journal of Endocrinology.

De acuerdo con Mike Ludwing, investigador de la Universidad de Edimburgo, el ritual anual de la navidad tiene una base neuroendocrina (hormonas que se producen desde el cerebro) que se pone en marcha cada 12 meses aproximadamente y está definido por un ciclo caracterizado por:

  • Intensa actividad locomotora anticipatoria, es decir una mayor actividad de movimiento local del cuerpo con premura y adelantada.  Que es lo que nos hace disponernos a decorar y comprar regalos.
  • Hiperfagia hedónica, o lo que es lo mismo comer por placer. Lo que nos ayuda también a evadir cierta frustración derivada de la repartición de regalos (si no hemos tenido suficientes regalos o no son los que hubiéramos deseado, la comida palia esa frustración).
  • Letargo y vagancia serían la etapa siguiente del ciclo. Se entra en una etapa relajada, con la que concluye el espíritu navideño).

En opinión de Ludwig, el entusiasmo por la Navidad, como otros ritmos biológicos, se regula hormonalmente por el eje hipotalámico-hipofisario (zona cerebral encargada de producir ciertas hormonas). En esa zona, las neuronas correspondientes se ven activadas en lo que han denominado el centro reavivante de la Navidad, el cual es capaz de producir nuestro espíritu navideño. Estas células nerviosas presentan una gran plasticidad y están inactivas once meses al año, y sólo se activan en diciembre.

Sin embargo, recientemente también se ha observado que los sentimientos asociados al espíritu navideño comienzan a manifestarse desde octubre, y ello gracias a la iluminación y otras decoraciones que vemos en los centros comerciales, así como árboles de Navidad ya adornados. Esto activa las células del centro revivificante de la Navidad, lo que ayuda a recuperar viejos recuerdos almacenados en áreas como el hipocampo y nos dispone a la celebración.

Se concluye así que los estímulos visuales de la decoración navideña estimulan estas zonas neuronales para despertar el espíritu navideño. Pero no sólo son los estímulos visuales, también están los olfativos y acústicos los que enmarcan la inminencia de la estación y que sincronizan con el cerebro para despertar ese entusiasmo navideño.

Sentirnos cómodos en la Navidad, entusiastas de las fiestas y afectivos durante esta temporada o, por el contrario, encarnar al Sr. Scrooge del Cuento de Dickens, tiene que ver con la forma en que actúa nuestro cerebro y enfrenta esta clase de estímulos.

Entrena tu cerebro para la Navidad 

Ya sabemos ahora que el cerebro está en todo, incluso en el espíritu navideño, y es punto de partida para la experimentación de prácticamente todas nuestras emociones. Saber regularlas y entrenar nuestro cerebro para vivir más en armonía con lo que sentimos es una excelente forma de brindarnos bienestar emocional. 

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*Variación periódica de un parámetro biológico cuyo ciclo completo es un año. 

 

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