Decidir con el cerebro es cosa de todos los días. A diario tomamos decisiones tan simples como tomar café o leche, elegir una prenda u otra para vestirnos, tomar una ruta u otra para ir al trabajo. Son decisiones tan rutinarias que ni siquiera nos damos cuenta que estamos decidiendo a cada momento, y esto es porque nuestro cerebro lo hace por nosotros.
Por supuesto hay otro tipo de decisiones que son más complejas y que requieren mayor esfuerzo de nuestra parte, decisiones como contraer matrimonio, comprar un auto, qué profesión elegir. Y tanto en lo simple como en lo complejo, nuestro aliado definitivo es el cerebro.
El proceso de decisión pone en juego numerosos procesos cognitivos y emocionales que se activan sin que seamos conscientes de ello. Efectivamente, además de la razón, en nuestra toma de decisiones juegan un papel importante nuestros procesos emocionales, sin que ello llegue a significar que nos nublan.
INTELIGENCIA EMOCIONAL Y DECISIONES
No es el corazón quien decide, sigue siendo el cerebro. Con base en el conocimiento previo y la experiencia se reorganizan los circuitos cerebrales y se agiliza el proceso de toma de decisiones. Lo mismo sucede con los mecanismos emocionales, que son más potentes de lo que suponemos. Éstas actúan positivamente, guiando los procesos de toma de decisiones desde las profundidades de la mente.
Aunque en este proceso no se incluye los momentos de alteración excesiva, enojos desbordados o angustia. En estos casos de desestabilidad emocional no se piensa con claridad y es común que las decisiones sean más lentas o tan precipitadas que causen arrepentimiento.
De acuerdo a un estudio realizado por Joshua D. Greene, del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, todo parece indicar que las decisiones grandes y complejas se basan en los mismos mecanismos básicos que nuestro cerebro utiliza en decisiones cotidianas.
Al parecer la capacidad de decidir en todo momento depende de las mismas estructuras cerebrales; sin embargo, lo que cambia entre decisiones de “vida o muerte” y las decisiones cotidianas es el esfuerzo neurocognitivo que realizamos.
En el caso de las decisiones más complejas, el consumo de energía cerebral aumenta debido a la exigencia que recae en las funciones ejecutivas, lo que resulta agotador. Los cambios fisiológicos, como el aumento del ritmo cardíaco y la sudoración, revelan el gran componente emocional asociado a la toma de decisiones complejas.
Al decidir se activan sistemas emocionales, los diferentes tipos de memoria (sensorial, de trabajo y de largo plazo) y las funciones ejecutivas del cerebro. El entramado cerebral que se involucra en este tipo de decisiones puede ser tan abrumador que a veces se evade tomar decisiones, un motivo de la indecisión. Ello particularmente desarrollado desde el sistema emocional, capitaneado de la amígdala cerebral y el sistema límbico.
Por su parte, en el lóbulo frontal se encuentran procesos de razonamiento, evaluación, comparación y elección, funciones ejecutivas que constantemente están trabajando para nosotros. Este es el sistema racional reflexivo que complementa la toma de decisiones.
Así, las decisiones se toman desde el cerebro donde, sin embargo, se involucran procesos emocionales y procesos reflexivos.
DECISIONES RACIONALES
En conjunto, la corteza prefrontal permite evaluar y controlar los deseos instintivos basándose en la experiencia y el contexto específico. De esa manera puede manejar la activación de la amígdala para modular la respuesta emocional y, además, evaluar la activación del núcleo accumbens (encargado de reconocer los estímulos placenteros o no), el cual evalúa la recompensa que adquiriremos al decidir por una cosa u otra. Al mismo tiempo, el lóbulo frontal inhibe la conducta impulsiva por ser la encargada del razonamiento, o sea, de sopesar el peligro real de la situación, las consecuencias a corto y largo plazo, los beneficios potenciales, etc.
Antes de tomar una decisión importa analizar las condiciones que la rodean como contexto o circunstancias, y luego, el cerebro, de manera previa a la elección, ha de procesar esa información para luego ser capaz de optar correctamente.
Estos conocimientos son muy importantes para poder elegir e incorporar programas que nos ayuden a poner nuestro cerebro en funcionamiento en pos de optimizar cada uno de estos sistemas y, de ese modo, mejorar nuestras capacidades cerebrales.
NEURODOZA | CITAS
Con información de Dr. Néstor Braidot en Braidot.com