La forma en cómo afecta el frío a nuestro cerebro es diversa dependiendo del nivel de temperatura de que se trate; mientras que las temperaturas frescas lo estimulan, los extremos menores a 12°C pueden afectarle seriamente.

Como cualquier otra parte de nuestro organismo, el cerebro también es susceptible a los cambios bruscos de temperatura. Las condiciones extremas, así como los cambios drásticos producen diversos efectos en las personas tanto en el orden físico, como en el emocional y conductual.

Adaptarse a las variaciones de la temperatura es un gran esfuerzo para el cuerpo humano, éste no permanece inmutable ante los extremos climáticos: demasiado frío, calor e incluso los días lluviosos, nos alteran y el cuerpo lo manifiesta de diferente manera.

En particular, el cerebro tiene sus propias reacciones frente a las bajas temperaturas. El frío es bueno para el descanso, pero el extremo también lo daña; al cerebro le gusta la luz solar, pero el calor lo pone mal.

¿Dónde comienza el frío?

La sensación de frío comienza en los llamados termorreceptores repartidos en la dermis (piel), pequeños “termómetros” que detectan el descenso de temperatura, por tanto, el frío. Cuando el clima alcanza unos 10°C los receptores se activan y, a través del sistema nervioso, envían un mensaje al cerebro para avisarle del descenso de temperatura.

Esta información llega al hipotálamo, centro regulador de la temperatura corporal del cerebro. Es una especie de control central, un sistema natural muy sofisticado que también se encarga de gestionar otras funciones básicas como el hambre y la sed. Al recibir el mensaje, tu cerebro da la alarma para que busques calor.

Al mismo tiempo, el hipotálamo inicia una batalla interior para mantener la temperatura corporal de forma estable; para ello libera determinadas hormonas y activa el sistema nervioso. Así se presentan los síntomas característicos de cuando tenemos frío.

Con el frío, el cerebro sólo tiene un plan: no perder temperatura corporal, lo que hace aparecer síntomas muy curiosos como la carne de gallina, temblores, dolor o palidez.

Cerebro congelado: tu cerebro y el frío

El brain freeze o cerebro congelado se manifiesta cuando se siente dolor de cabeza luego de comer helado o, mejor dicho, cuando algo extremadamente frío entra en contacto con el paladar. Esto es porque los nervios de la boca perciben ese cambio repentino de temperatura y envían un mensaje al cerebro. Ante esta señal, las arterias y los vasos sanguíneos reaccionan, causando un dolor palpitante. Este efecto no es grave y tan solo dura unos segundos.

Por otra parte, al cerebro le gusta dormir fresco. De acuerdo con un estudio de Natale Dautovich para la Fundación Nacional del Sueño (EEUU), la temperatura ideal para dormir es de 16 a 20 grados Celsius, pues cuando la temperatura del cuerpo se enfría, el cerebro se prepara para dormir.

Al parecer, el cerebro es mejor estimulado por el frío. Un estudio realizado por la Universidad de Standford y las universidades israelíes de Bar-Illa y Ben-Gurion reveló que las imágenes de paisajes o ambientes fríos pueden mejorar las habilidades cognitivas; lo que indicaría que el cerebro funciona mejor expuesto al frío moderado. Los paisajes de clima frío mejoran la atención, generando un mayor control cognitivo.

Y aunque al cerebro le guste el frío, el extremo puede ser fatal. Recientemente, un estudio realizado en el Reino Unido mostró que por cada grado que desciende la temperatura por debajo de los 18°C las muertes aumentan cerca de un 1.5% debido a los infartos y derrames cerebrales.

Esto se debe a que cuando, el cuerpo se expone a temperaturas muy bajas, pierde más calor del que puede generar y los vasos sanguíneos de la piel se contraen para conservar la temperatura corporal. La composición de la sangre también cambia con el frío. Así, el corazón tiene que trabajar con más fuerza para bombear la sangre a través de los vasos contraídos, a la vez que los cambios en la concentración sanguínea aumentan el riesgo de coágulos y de los problemas que provocan.

Depresión invernal

Cuando la temperatura comienza a descender, pero especialmente cuando la luz solar es menor en el tiempo invernal, suele provocar trastorno afectivo estacional, un problema de salud mental relacionado con la depresión.

Se trata de un trastorno que afecta a más de diez millones de personas, según los expertos. Michelle Riba, profesora de psiquiatría y directora asociada al Centro de Depresión de la Universidad de Michigan, recomendó que las personas que distinguen un patrón regular de tristeza, ansiedad, aflicción durante los meses fríos necesitan tratar su depresión subyacente.

Entrenamiento Cerebral

El neurofeedback dinámico NeurOptimal®  no te va a quitar el frío, pero sí hará que tus capacidades cognitivas mejoren y tu cerebro sea más apto para adaptarse a cada circunstancia, respondiendo de manera ideal a lograr más serenidad y contrarrestar los efectos de la ansiedad y el estrés que las bajas temperaturas provocan en tu cuerpo y en tu mente.

No importa el momento ni la situación, en ocasiones es necesario conseguir que tu cerebro, memoria y cognición vuelvan a ser eficientes y potenciar la memoria, tanto a corto como a largo plazo. Esto se puede lograr con un entrenamiento cerebral constante.

 

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