Entre un 2 y un 5% de la población mundial padece trastornos del espectro alcohólico fetal a causa del consumo de alcohol durante el embarazo. Esto implica que 9 o 10 de cada 10.000 bebés nacen con este trastorno en el mundo. 

Pasar la noche con una o dos copitas de vino está bien, pero siempre tomemos en cuenta que el exceso puede causar daño neuronal. La ingesta excesiva de alcohol en poco tiempo interfiere con los receptores del hipocampo que transmiten glutamato, un componente que envía señales entre las neuronas. Ello dificulta la conexión entre ellas, evitando que se almacenen recuerdos. Además del daño a la memoria, se genera hipersensibilidad al estrés.  

Es un conocido que el consumo excesivo de alcohol causa una disfunción aguda y crónica del cerebro, produciendo trastornos en el sistema nervioso central, presentando alteraciones en la memoria y en las funciones intelectuales como cálculo, comprensión y aprendizaje. 

Beber alcohol no mata las neuronas; pero sí daña el tejido conectivo de las neuronas; es decir, aunque sigan vivas, éstas ya no pueden funcionar igual.  

El consumo de alcohol durante el período de plasticidad máxima daña seriamente los “enlaces cerebrales”. 

Alcohol en el embarazo 

Pero si en el adulto encontramos el riesgo, no sólo de recibir daño neuronal, sino de una posible adicción, no debemos dejar pasar el riesgo tan grande que pueden sufrir los individuos en el vientre materno.  

El consumo de alcohol en las mujeres gestantes está enteramente contraindicado; sin embargo, hay quienes aún creen que “no pasa nada con algunos tragos”. Lo que es completamente falso. El feto puede exponerse a un posible trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF).  

La exposición al alcohol no es inocua para el futuro bebé. Éste puede conllevar una disminución de la cantidad de flujo sanguíneo en la placenta y, por lo tanto, la aparición de isquemias. Ello impide que el feto reciba el aporte de oxígeno y de nutrientes necesario para su adecuado desarrollo. 

A todo ello habría que añadir que el propio alcohol, como agente teratógeno, puede generar alteraciones tanto en la estructura como en el funcionamiento de diferentes sistemas y órganos, constituyendo específicamente el cerebro fetal la principal diana del alcohol debido a su mayor demanda metabólica. 

Trastornos del espectro alcohólico fetal 

Los trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF) es un término que abarca una gama de efectos que pueden manifestarse en los individuos cuyas madres consumieron alcohol durante el embarazo. 

La cantidad de alcohol consumida, el momento gestacional en el que se produce dicho consumo y el periodo de tiempo durante el cual el cerebro en desarrollo se encuentra expuesto a los efectos del alcohol determinarán el modo en que las diferentes estructuras cerebrales se verán afectadas y, consecuentemente, la severidad de la sintomatología asociada al TEAF.  

Estos efectos con implicaciones a largo plazo pueden incluir problemas físicos, mentales, de conducta o problemas de aprendizaje. Estas afecciones pueden perjudicar a cada persona de diferente manera y pueden ser desde leves hasta graves. 

Daños cerebrales 

El consumo del alcohol durante el embarazo puede generar daños en diversas áreas del cerebro como el lóbulo frontal, lóbulo parietal, el cuerpo calloso, el hipocampo, la amígdala, el núcleo caudado, el núcleo accumbens y el cerebelo.  

Áreas que tienen que ver con el aprendizaje, las funciones cognitivas, la motricidad, la coordinación, la memoria y las reacciones emocionales.  

Tipos de TEAF 

Los trastornos del espectro alcohólico fetal se distinguen según la afectación que generan en el individuo, pueden ser desde los rasgos físicos hasta alteraciones de la conducta. Aquí su tipología:  

  • Síndrome alcohólico fetal (SAF). Este síndrome representa el extremo más grave de los trastornos del espectro alcohólico fetal. Las personas pueden tener características faciales anormales, problemas de crecimiento y del sistema nervioso central. También pueden tener problemas de aprendizaje, memoria, atención, comunicación, vista o audición.  
  • Trastorno del neurodesarrollo relacionado con el alcohol. Se suelen desarrollar discapacidades intelectuales y problemas de conducta y aprendizaje. Puede ser que su desempeño escolar no sea bueno y que tengan dificultades con las matemáticas, la memoria, el juicio y poco control de sus impulsos. 
  • Defectos de nacimiento relacionados con el alcohol. Las personas con defectos de nacimiento relacionados con el alcohol pueden tener problemas del corazón, los riñones, los huesos o de la audición.  
  • Trastorno neuroconductual asociado a la exposición prenatal al alcohol. Un niño o un joven con el trastorno neuroconductual asociado a la exposición prenatal al alcohol tendrá problemas en tres áreas: (1) Para pensar o recordar, con consecuencias en el planificar o puede olvidar información que ya ha aprendido; (2) problemas de conducta, como fuertes rabietas, problemas del ánimo o irritabilidad, y dificultad para redirigir la atención de una tarea a otra, y (3) problemas con la vida cotidiana, que pueden incluir dificultad para bañarse, vestirse de acuerdo al estado del tiempo y jugar con otros niños.  

¿Cuánto alcohol se requiere beber para causar TEAF?  

Para tener un diagnóstico de trastorno neuroconductual asociado a la exposición prenatal al alcohol, la madre tiene que haber consumido más que niveles mínimos de alcohol antes del nacimiento del niño, lo que se define como más de 13 tragos de bebidas alcohólicas por mes durante el embarazo (es decir, cualquier periodo de 30 días durante el embarazo) o más de 2 tragos en una misma ocasión. 

¿Cuál es el tratamiento? 

No existe una cura para los trastornos del espectro alcohólico fetal, pero los estudios indican que los servicios de tratamiento de intervención temprana pueden mejorar el desarrollo del niño. No existe un único tratamiento que sea adecuado para todos los niños. 

Hay muchas opciones de tratamiento, que incluyen medicamentos para aliviar algunos de los síntomas, terapias de conducta y aprendizaje, capacitación para los padres y otros enfoques alternativos. 

En estos casos el neurofeedback dinámico puede ser un apoyo en la estimulación de la plasticidad neuronal, sirviendo como herramienta para proteger las funciones cognitivas existentes y ayudar en potencializar los efectos de otras terapias y rehabilitación neurológica.  

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