Preguntarse si se puede adelgazar entrenando al cerebro es un cuestionamiento que implicaría una explicación más puntual, lejos de un sí o un no.

Habría que comenzar con entender la función del cerebro en nuestras decisiones al alimentarlos, justo lo que te vamos a detallar a continuación.

El sobrepeso y la obesidad suelen producirse cuando hay un desbalance entre la cantidad y calidad de alimentos y los que gastamos en nuestra actividad cotidiana.  

En desbalance entre la cantidad y calidad de alimentos que ingerimos y los que empleamos en nuestra actividad cotidiana.  

Aunque existen también condiciones como la obesidad endógena, provocada por problemas metabólicos y endocrinos, suele ser la menos frecuente; la mayor de las veces, el aumento de peso se debe al alto consumo calórico.   

Un consumo calórico elevado es producto de nuestras elecciones. Qué comemos, en qué cantidad y cuándo es lo que decidimos diariamente; pero esta selección no sólo depende de nuestra conciencia respecto a lo que el organismo requiere. 

Elegimos alimentos por preferencias genéticas ancestrales 

Hoy asumimos que hay comida saludable y alimentos dañinos. Las grasas, las harinas, los dulces son parte de aquellos alimentos que solemos rechazar porque “engordan”; por el contrario una dieta saludable, se dice, debe contener una gran cantidad de vegetales, frutas y carnes magras, además de semillas.  

No obstante, la elección de los alimentos de esta manera es nueva. Imagina hace unos miles de años, en el que el hombre tenía que hacer grandes travesías para sobrevivir a las inclemencias del clima o los ataques de animales y otras tribus; en el recorrido la comida era escasa, así que cuando lograban encontrar algo de comer se prefería aquella que diera la suficiente energía para pasar otro largo rato sin alimento: las grasas era la principal elección.  

El cerebro requiere de grasas y carbohidratos para obtener la energía suficiente para funcionar de manera óptima. Y hacerle caso al cerebro es fundamental porque es el órgano que rige a todo el cuerpo.  

Sin embargo, los cambios culturales y el sedentarismo nos han llevado a elegir otro tipo de alimentos para vernos “bien”, aunque ello no implique sentirnos bien.

No obstante, ese deseo de comer lo que más alimenta, lo que se acumula más fácilmente, no es fruto de una decisión consciente o de un capricho, sino de una impronta mental.  

Acumuladores de calorías por naturaleza 

Cuando deseamos helado, chocolates y pasteles, estamos tal vez bajo el influjo de un mecanismo que hace de esta comida algo muy apetitoso para ayudarnos a sobrevivir en situaciones adversas de carestía (son alimentos que nos brindarán energía en algún momento).  

Pero aceptar esto es difícil, puesto que disponemos de un sistema de procesamiento mental sobre lo simbólico (comida buena, comida mala), que nos lleva a negar nuestros imperativos biológicos, supeditándonos a condicionantes culturales a los que damos más valor que a los biológicos.  

Es igual que cuando decidimos usar perfume para disfrazar nuestro olor natural, por ejemplo.  

Sin embargo, “la lógica de la supervivencia, la comparativa con los hábitos alimenticios animales y, sobre todo, la sospechosa coincidencia de que a tantas personas nos gusten los mismos alimentos que engordan, nos hace sospechar que efectivamente poseemos un mecanismo de selección de alimentos enfocado a aumentar nuestras reservas”. 

Diseñados genéticamente para engordar 

Esto podría explicar que estamos genéticamente condicionados a engordar o, mejor dicho, a almacenar energía a través del consumo de alimentos altamente calóricos. No obstante, la cultura y la socialización han condicionado nuestra mente para elegir unos alimentos u otros.  

Energía obtenemos igualmente con un pastel de chocolate que con pan de granos integral que es más “saludable”. La elección suele depender de factores culturales y sociales (pastel para la fiesta y pan integral para un desayuno dietético, por ejemplo).  

La selección de alimentos es una cuestión aprendida de la cual parecería no tenemos escapatoria, mentalmente hemos aprendido a elegir ciertos alimentos, muchas veces no tan saludables como quisiéramos, y además genéticamente tendemos a almacenar.  

¿A quién no le ha pasado que una y otra vez se ciñe a una dieta para unos cuantos años o meses después volver al peso en el que estaba?  

Dieta de cinco comidas, dieta keto, dieta mediterránea, etc. Regímenes que, de inicio, implican una gran fuerza de voluntad, y luego nos llevan a comer alimentos que no hemos aprendido a elegir.  Una vez terminada la dieta, volvemos a lo que sabemos, comer alimentos no saludables y recuperamos peso. 

Porque no cambiamos nuestra forma de pensar en los alimentos, porque aunque nos obliguemos a cambiar nuestros hábitos nuestro cerebro sigue con la misma forma de procesar la información. Luchamos contra nuestro cerebro y es una batalla que nunca podremos ganar. Debemos hacer que nuestro cerebro sea nuestro aliado, no nuestro enemigo.  

Adelgazar con el cerebro 

Nuestra coordinación, la mayoría de nuestras funciones corporales, nuestra capacidad de prestar atención, nuestros sentidos, todo ello es procesado en nuestro cerebro. Todas nuestras decisiones, conscientes e involuntarias se generan en nuestro cerebro. Así, que ¿cómo vamos a adelgazar sin usar nuestro cerebro? 

Al respecto, el neuropsicólogo Manuel Olalla Pinilla, “debemos aprender a hacer que nuestro cerebro colabore en las cosas que emprendemos y no intentar ir contra nuestro instinto, nuestro aprendizaje o nuestros miedos. No podemos hacer las cosas yendo contra nuestra programación. Debemos aprender a cambiar nuestros programas para que nuestro cerebro nos ayude a conseguir nuestras metas”. 

Para ello podemos entrenar a través del neurofeedback dinámico y enseñar a nuestro cerebro a tener mejores respuestas fisiológicas frente a los alimentos que “engordan” y hacer una mejor selección de comida saludable.  

NeurOptimal® un aliado para controlar el peso 

El sistema le comunica aquello que no funciona adecuadamente y el propio cerebro se auto regula, reorganizándose mediante un entrenamiento pasivo. El resultado de este entrenamiento del cerebro es que se refuerzan las conexiones neuronales débiles y se crean otras nuevas, lo que se traduce en una mayor estabilidad emocional y en un mayor bienestar psicológico de las siguientes formas: 

  • Reduce o elimina el estrés excesivo o la ansiedad, otorgándonos una mayor capacidad de análisis y de resolución para hacer frente a situaciones problemáticas y esto nos ayuda a disminuir los síntomas y trastornos provocados por el estrés. 
  • Da una mayor resistencia ante el estrés al favorecer la capacidad de autorregulación cerebral, por lo tanto, mayor autocontrol y mejora de la percepción de los propios recursos para hacer frente a los acontecimientos del día a día. 
  • Mayor capacidad de relajación y de descanso. Mejora de la calidad del sueño, lo que influye positivamente en la producción de cortisol. 
  • Posibilita el abandono de hábitos dañinos o adicciones, así como la compulsión por los alimentos. 

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NEURODOZA | CITAS 

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