Trastorno de apego reactivo
Desde la infancia todos requerimos cubrir necesidades afectivas que se manifiestan en apegos positivos. El apego es un vínculo que se gesta durante la infancia. Si éstos no se desarrollan de manera correcta, es decir, si no se satisfacen las necesidades que desde la infancia se requiere: cuidado, cariño, nutrición, etc., pueden generarse patrones de apego perjudiciales.
El trastorno de apego reactivo es uno de estos patrones y se caracteriza porque el niño o la niña inhiben sus emociones y sus manifestaciones afectivas hacia los padres y/o cuidadores, ya que ellos no han sabido corresponder a sus requerimientos.
Pongamos un ejemplo: el bebé llorar porque tiene hambre, sin embargo la madre —por motivos diversos, ya sea porque no está prepara o por negligencia— no hace caso al llanto de la criatura y no le alimenta según su solicitud; tarde o temprano el bebé dejará de llorar para ahorrar energía y esperará a ver si es alimentado en cierto momento.
Cuando el niño no encuentra la plena satisfacción de sus necesidades, cuando los cuidados que recibe son insuficientes, sus esfuerzos por conseguirlo cesan; deja de solicitar atención y cuidado, y se retraen de los cuidadores. Se vuelen individuos incapaces de establecer vínculos estrechos con sus seres cercanos y de expresar sus emociones porque consideran que no serán atendidos.
Los niños aprenden a no buscar consuelo o a solicitarlo cuando se sienten mal. Sus reacciones sociales y emocionales hacia los demás se torna mínimas y cuentan con limitadas expresiones de afectos positivos. Además, presentarán episodios de irritabilidad, tristeza o miedo sin aparentes motivos.
Trastorno de apego reactivo
Esta incapacidad para expresar necesidades y afectos genera el trastorno de apego reactivo que tendrá repercusiones en la edad adulta. La persona con este trastorno no recurre a nadie cuando sienten dolor, miedo o inquietud, evitan contacto con las personas y no pueden establecer vínculos con otros. Son incapaces de expresar emociones positivas.
Asimismo, puede manifestarse en la forma de una persistente incapacidad para iniciar o responder a la mayoría de las interacciones sociales de una manera apropiada para el desarrollo, conocida como la forma «inhibida», o manifestarse como una sociabilidad indiscriminada, como es el caso de una excesiva confianza con extraños y que es denominada como forma «desinhibida».
El papel del apego en el desarrollo cerebral
El desarrollo del cerebro, a parte de la genética, depende en gran medida de las experiencias vividas a edades tempranas; esas experiencias son las que se dan en la relación de apego. Pero si durante este periodo tan importante el niño sufre algún tipo de abandono, maltrato, abuso o negligencia respecto a sus necesidades físicas y afectivas, ¿qué clases de huellas puede dejar esto en su cerebro?
Actualmente se ha demostrado la importancia de la relación de apego para el desarrollo de determinadas zonas del cerebro relacionadas con las emociones. Así pues, a través de la relación de apego, pueden sentar las bases neurobiológicas para el manejo de la ansiedad, el miedo y la futura reacción ante situaciones adversas.
Durante los dos primeros años de vida, el hemisferio cerebral derecho y el sistema límbico (encargado de procesar las emociones), se desarrollan a gran velocidad. Muchos son los factores que determinan el desarrollo cerebral, pero estas áreas, específicamente, van a madurar en función de las experiencias vividas desde los 9 meses de edad hasta los dos años, aproximadamente.
Por ello las experiencias emocionales de apego, positivas o negativas, impactan grandemente en el desarrollo del cerebro.
En casos que dan como resultado trastornos como el de apego reactivo, al no recibir suficiente cuidado, afectará el desarrollo del sistema límbico, provocando un fallo en los mecanismos cerebrales de regulación afectiva y gestión emocional, así como los relacionados con el sistema apego.
Como consecuencia, puede suceder que el niño hiperactive su sistema de apego, en un intento de obtener seguridad, o que lo inhiban, para protegerse del sufrimiento.
Además, las conexiones entre el sistema emocional y la parte del cerebro más racional podrían quedar alteradas, reduciendo así la capacidad para pensar, reflexionar y poner en palabras lo que se siente.
Secuelas que habrán de perdurar hasta la edad adulta a menos que de manera temprana y oportuna se trate adecuadamente a quien padece el trastorno de apego reactivo.
¿Cómo minimizar los efectos del trastorno de apego reactivo con Neurofeedback dinámico?
El tratamiento para los trastornos de apego se basa en ayudar a la persona a crear vínculos más seguros y beneficiosos, en cambiar ciertas creencias o esquemas mentales que ha dado por válidos, en ayudarle a vincular de un modo más sano y a reaprender a interpretar la realidad.
Este proceso deberá seguirse con terapias psicológicas que ayuden en el proceso, y que la guíen a reconstruir en su mente una nueva percepción (positiva) del hecho traumático vivido. Reinterpretar, por ejemplo, el dolor del abandono o el maltrato, y relajarse para establecer vínculos afectivos más seguros y estables.
Como un complemento, además se cuenta con el apoyo de técnicas como el neurofeedback dinámico que permite reducir la sensación subjetiva del dolor y eliminar el bloqueo que impide que la herida del trauma inicial se procese de mejor manera.
Un entrenamiento cerebral puede ayudar a desbloquear la revaloración del trauma y permitiendo trabajarlo al reducir la ansiedad, las tendencias a la depresión y la angustia que los apegos insanos pueden causar, ayudando a que la persona a afrontar sus miedos.