Te compartimos las Claves para el manejo de la ira y con ello evitar que tu cerebro viva el estrés que esta emoción puede provocarle.

El enojo es una emoción como cualquier otra, una respuesta natural adaptativa frente al entorno; como otras formas de sentir, no debemos catalogarla como negativa o una “mala emoción”. Sin embargo, un manejo negativo sí puede ser un problema, que incluso ponga en riesgo la vida debido al uso de la violencia que de ello puede derivar.  

¿Qué es la ira? 

La Asociación Psicológica Americana (2010) reconoce la ira como la representación más intensa del enojo. Esta puede surgir por situaciones aversivas, como cuando estamos sometidos a estímulos dañinos o a situaciones muy desagradables, lo que explica conductas de marcada hostilidad.   

Generalmente, la ira puede tener manifestaciones somáticas como dolor de cabeza, aceleración de la respiración y aumento en el ritmo cardíaco. Pero también se manifiesta a través de comportamientos violentos: insultos, gritos, o hasta golpes.  

La ira está ligada a pensamientos distorsionados y negativos, que surgen en situaciones estresantes, agobiantes y momentos que nos hacen sentir en peligro.  

Cuando esta sale de control es muy probable que la persona iracunda no esté pensando adecuadamente; estará valorando de forma desproporcionada la experiencia detonante.  Y es que, ante la ira, el proceso cognitivo se ve limitado.  

¿Qué pasa en el cerebro cuando sentimos ira? 

Así como sucede con otras emociones, el cerebro libera ciertos neuroquímicos cuando sentimos ira: adrenalina, noradrenalina y dopamina, suelen generarse como una medida instintiva de defensa.  

Esos neurotransmisores generan un aumento de energía en el organismo para que éste reaccione frente al evento que interpretamos como amenazante. La descarga de furia perdura el tiempo necesario, según la magnitud con la que el cerebro haya identificado la amenaza. 

Prolongar las condiciones de la ira y mantenerla como un hábito emocional puede ser altamente dañino para la salud física y mental, por ello hay que aprender y practicar estrategias idóneas para el manejo de la ira.  

Claves para el manejo de la ira 

PONER ATENCIÓN A LO QUE DESATA LA IRA. Saber cuándo podríamos enojarnos puede ayudar a anticiparse y manejar nuestra reacción. 

RELAJACIÓN: Es recomendable manejar la ira como un factor estresante y encontrar en las técnicas de relajación un aliado importante. Se recomienda: 

  • Aprender técnicas de respiración diafragmática.  
  • Adquirir técnicas de auto control.  
  • Practicar disciplinas que ayuden a relajar, como el yoga y la meditación.  

Una vez que se encuentre una técnica que le funcione, hay que usarla siempre que se comience a sentir ira. 

CAMBIAR EL PENSAMIENTO. Ya que la ira puede desatarse debido a una distorsión cognitiva, generalmente asentadas en la mente a partir de hábitos de pensamiento poco objetivos, es importante cambiar la manera de pensar.  

Pensar, por ejemplo, en términos de generalización: todos, nadie, siempre, nunca, etc., hace que nos sintamos que no hay una solución. Las ideas pueden volverse muy exageradas o demasiado dramáticas. Esto solo alimenta la ira. 

Se puede trabajar con la reestructuración cognitiva, una técnica psicológica que ayuda a cambiar las ideas y evitar estas distorsiones. Hay que probar evitando el uso de este tipo de frases, antes mencionadas.  

ENFRENTAR EL PROBLEMA. No todas las dificultades tienen solución, lo cual puede frustrarnos. Sin embargo, en esos casos, lo mejor será enfrentar y manejar la situación.   

Se recomienda abordar el problema y trazar un plan para solucionarlo, evitar alterarse y ser pacientes. No, no es fácil, pero sí se puede practicar hasta hacerlo un hábito. 

MEJORAR LA COMUNICACIÓN. Uno de los grandes problemas de la ira es que arremete contra otras personas, nos lleva a ser hostiles y violentos. Hay que evitar ponernos a la defensiva, escuchar a la contraparte, buscar la empatía y la asertividad.   

PRÁCTICA CON NEUROFEEDBACK 

Se ha comprobado que, como en los casos de estrés y de ansiedad, el neurofeedback dinámico puede ser una herramienta ideal para el manejo de la ira.  

El neurofeedback ayuda a mejorar el funcionamiento cognitivo, conductual y emocional, entrenando a los pacientes a aumentar ciertas ondas cerebrales mientras se inhiben otras, para fomentar una regulación cerebral óptima.   

Además de los efectos positivos que puede tener en el manejo emocional se suman con estos beneficios.  

  • Mejor gestión del sueño.   
  • Control de los estados ansiosos.  
  • Mejora de la memoria.   
  • Facilita la focalización de la atención.   
  • Más sensación de clama y relajación.  
  • Disminución de la hiperactividad causada por ansiedad.  
  • Menor irritabilidad e incomodidad.   
  • Más control del dolor.   
  • Mejor gestión del estrés.   
  • Menos sensación de estar abrumado/a. 
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