Brinca, corren alrededor de uno, saltan y se trepan por todos lados. Los niños se mueven demasiado, parece, pero es bueno para su cerebro y en este artículo te contamos ¿por qué el cerebro infantil requiere movimiento?
Si algo ha de caracterizar al 2020 es el confinamiento causado por la pandemia de Covid 19. Chicos y grandes, parejas o familias, personas solitarias… todos vimos limitada nuestra cotidianidad a un espacio reducido y a poca movilidad.
No fue extraño que, ante los primeros síntomas de miedo y ansiedad que la situación provocó, la gente comenzara a practicar rutinas de ejercicio caseras y que se popularizaran las transmisiones de entrenadores dirigiéndolas en diversas plataformas streaming. Todos coincidimos en que, aun encerrados en casa, requeríamos movernos, especialmente los niños. as
La inquietud es una característica propia de la infancia, los niños se mueven todo el tiempo y esto suele ser un signo de salud evidente. Los niños demasiado quietos alarman a los padres.
El movimiento es vida
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, durante este confinamiento, un millón 600 mil niños en el mundo se quedaron sin ir a la escuela, y por tanto sin su habitual rutina de juegos, ejercicios, bailes y demás actividades académicas. Lo que podría tener secuelas cognitivas de diversa índole y afectar su desempeño al volver al colegio en este nuevo ciclo, según la edad.
Un efecto que ya antes se había analizado ante el cierre de escuelas por nieve en Estados Unidos. Aquí se comprobó que los más afectados eran los más jóvenes, con un descenso claro en su rendimiento escolar cuando se reanudaron las clases.
Y es que el movimiento es vida, lo contrario puede ocasionar adelgazamiento del lóbulo temporal medial (LTM), una región del cerebro que incluye el hipocampo y está involucrado en la formación de nuevos recuerdos, incluyendo el aprendizaje. Efectos ya identificados en quienes solían llevar una vida sedentaria, antes de la pandemia.
Estamos hechos para movernos
La ciencia nos lo ha dicho: estamos hechos para movernos. El sistema nervioso evolucionó de una forma compleja con el fin de movernos de una manera efectiva. He ahí también el primer motivo por qué el cerebro infantil requiere movimiento.
Es decir, para desplazar el cuerpo hacia un lugar determinado por dos motivos principales: alejarse del peligro y evitar potenciales depredadores o acercarse a lugares agradables principalmente con el propósito de alimentarse o reproducirse. El sistema nervioso, por tanto, necesita activarse para mover el cuerpo.
Especialmente el cerebro de los niños necesita que el cuerpo se mueva para fomentar un óptimo desarrollo neurológico. De ahí que desde pequeños los juegos vertiginosos, que implican mucho movimiento, son parte de su naturaleza y que les brinda múltiples beneficios.
El cuerpo del niño debe estar a disposición del aprendizaje. Un niño bien conectado con su cuerpo y consigo mismo y con un buen entorno emocional puede empezar con los aprendizajes académicos (cognitivos) con éxito.
Sin embargo, independientemente de la pandemia por la que hemos atravesado, hoy los niños tienen mucho menos tiempo para moverse y jugar. El sedentarismo se ha apropiado incluso de los más pequeños.
¿Por qué el cerebro infantil requiere movimiento?
El movimiento fortalece el aprendizaje, mejora la memoria y la atención, aumenta la motivación y la autoestima de los niños, entre otras cosas. Podríamos afirmar incluso que las conexiones cerebrales de los niños se observan a través de sus movimientos.
Todo parece ser ganancia cuando el niño juega y se mueve, aquí podemos ver algunos de sus beneficios:
- La velocidad, los cambios de dirección e incluso trepar grandes alturas desarrolla el equilibrio y la coordinación.
- Igualmente, el movimiento es fundamental para el correcto desarrollo de los sistemas visual, auditivo y táctil.
- Además, este tipo de juego, acompañado por sus pares, beneficia la socialización, el compañerismo, la empatía y al aprendizaje.
- El movimiento durante el juego también es un momento intenso de liberación de estrés.
Por el contrario, la inactividad de los niños puede afectar el sueño. La ausencia de horarios fijos y rutinas, el aumento en los niveles de estrés y el poco cansancio físico por la restricción de movimiento dificultan que pueda conciliar el sueño y tener un descanso apropiado que beneficie su desarrollo.
Afectar la cronobiología rompiendo las rutinas, incide en el estado emocional y la conducta del niño cuando está despierto.
¿Cómo contrarrestar efectos de la inmovilidad con NeurOptimal?
La neuroplasticidad en la etapa infantil juega con ventajas ante los posibles efectos de la inmovilidad, especialmente durante esta pandemia.
El cerebro del niño es altamente plástico y moldeable, tiende a autocorregirse para que las redes neuronales, que pudieran verse afectas, se reconfiguren rápidamente, beneficiando particularmente a las funciones cognitivas.
De tal forma, estimular la neuroplasticidad se vuelve, en momentos como éste, una cuestión elemental, pues con ello se puede mejorar el potencial de aprendizaje y promover un mecanismo compensatorio en caso de posibles trastornos relacionados con éste.
Una opción alentadora para promover la neuroplasticidad en los niños es la práctica de neurofeedback dinámico, el cual potencia y dirige el desarrollo de redes neuronales que estimulen el aprendizaje, enseñando al cerebro es a que genere un patrón distinto de actividad neuronal, lo que supone una modificación de la fuerza de muchas sinapsis, esencia de la neuroplasticidad.
La técnica empleada por nosotros a través del equipo de NeurOptimal® mejora las habilidades cognitivas relacionadas con la atención, la concentración y la memorización, fundamentales para el aprendizaje.
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