Con el fin de desmantelar mitos y paradigmas, hablemos de lo que implica ser una mujer neurodivergente, en una sociedad casi siempre hostil a la diversidad.
Ser una persona que sale del canon neurológico y vivir como neurodivergente no es fácil, mucho menos cuando se es mujer. Por ello consideramos que este es un buen espacio para hablar de la neurodivergencia y las complejidades que ello representa, particularmente para las mujeres.
¿Qué es la neurodivergencia?
En los años 90’s fue acuñado el terminó ‘’neurodivergente’’ por la comunidad de personas con espectro autistas y profesionales de la salud, esto para señalar que las características neuronales que ellos presentan no son anomalías o defectos, sino diferencias.
Una persona neurodivergente es quien posee características neuronales o cerebrales diferentes a las del promedio, por lo que, no solamente hace referencia a las personas autistas, sino a aquellas que presentan esquizofrenia, dislexia, dispraxia, epilepsia, daño cerebral, personas altamente sensibles, etc.
Personas con mentes diversas que aún hoy viven discriminación y estigma social; violencias sistemáticas que les minimizan y hacen más compleja su vida cotidiana.
Si los estigmas de un grueso de la sociedad son frustrantes por todos los límites impuestos que ello representa, ser mujer neurodivergente en un contexto tal es más difícil de sobrellevar. Por eso la urgencia que se habla del tema.
Qué implica ser una mujer neurodivergente
Las mujeres neurodivergentes, algunas de ellas organizadas en torno al neurofeminismo, en primera instancia suelen vivir con un diagnóstico tardío.
Debido a que la mayoría de los estudios psicológicos, neurológicos y psiquiátricos se realizan en mentes masculinas, el diagnóstico para las mujeres suele demorar más, así el tratamiento adecuado.
Una demora en el diagnóstico implica merma en su calidad de vida, así como consecuencias diversas en la salud mental.
Vivir como una mujer neurodivergente es ir contra corriente debido a las exigencias sociales que ya viven las mujeres más aquellos estigmas por su condición. Además de que viven encasilladas en un rol de mujeres frágiles, que incapaces de hacer nada por ellas mismas y definiéndolas erróneamente por su condición.
La máscara
Los estereotipos y estigmas que se han impuesto les obligan a vivir ocultando su realidad para no ser violentadas y discriminadas aún más.
Por ejemplo, en el caso de las mujeres con autismo, suelen haber comportamientos que enmascaran los síntomas:
- Obligarse a hacer contacto visual durante las conversaciones.
- Preparar bromas o frases con anticipación para usar en una conversación.
- Imitar el comportamiento social de las demás.
- Imitar expresiones y gestos
Una labor extenuante, porque se tiene que “sostener la actuación” de manera constante, a veces limitando el diagnóstico oportuno. Al respecto, a comparación con los hombres, las mujeres con autismo tienen:
- Más dificultades sociales y problemas para interactuar.
- Menos capacidad de adaptación.
- Menor tendencia a concentrarse demasiado en un tema o actividad.
- Más problemas emocionales.
- Más problemas cognitivos y de lenguaje.
- Más conductas problemáticas.
Desventajas que se hacen evidentes en el entorno cotidiano.
En el caso de Trastorno por Déficit de Atención (con o sin hiperactividad), las mujeres tienen que afrontar condiciones diferenciadoras, con respecto a los hombres, como:
- Desorganización.
- Baja autoestima.
- Mala gestión del tiempo.
- Falta de atención a los detalles.
- Dificultad para hacer multitasking.
- Mal temperamento.
- Ansiedad.
- Estrés crónico.
- Depresión.
- Agotamiento constante.
- Dificultad para dormir.
Todo ello merma la calidad de vida de las mujeres neurodivergentes y, peor aún, limita su acceso a una gran variedad de oportunidades, pues se cree que no son productivas o no son suficientes.
Más cansadas
Claro que bajo las exigencias que se socialmente se les impone, las mujeres neurodivergentes están más fatigadas cada vez, con riesgos a otro tipo de trastornos mentales como el estrés crónico, la ansiedad o la depresión.
Y es que ellas, viven más cansadas porque a cada momento temen ser agredidas y violentadas, o silenciadas y anuladas, por ello se ocultan tras la máscara de la supuesta normalidad, en un entorno hostil, no regulado ni preparado para atender sus necesidades.
Además, las mujeres neurodivergentes viven en un cuerpo realmente cansado, no por la actividad física sino por las consecuencias que trae serlo. Por las dificultades para conciliar y sostener el sueño, así como para entrar en etapa del sueño profundo.
También pueden unirse otros detonantes físicos como un alto nivel de alerta que conduzca al estrés sostenido y la ansiedad.
Como si las mujeres no tuvieran ya mucho de qué preocuparse, agregar la posibilidad de una condición neurodivergente suena sin duda un poco abrumador. Pero es aquí donde entra en juego la importancia de tener un diagnóstico y tratamiento adecuado. Así como de abrir espacios a la difusión de estos temas.
🧠NEURODOZA | CITAS | RENTA TU EQUIPO
☎ 514 447 8434 🇨🇦