La inteligencia puede medirse, pero compararse entre unos y otros. Su origen no está en el tamaño del cerebro ni en el número de neuronas, y tampoco es inamovible sino que puede mejorarse a través del entrenamiento.

La palabra inteligencia proviene del latín intelligentia, compuesta por dos términos: intus=entre, y legere=escoger. Etimológicamente, entonces, inteligencia quiere decir saber elegir.  

Una definición tan precisa para lo que, en la práctica, es un individuo inteligente: cuando éste es capaz de escoger la mejor opción entre las posibilidades que se presentan a su alcance para resolver un problema.  

La inteligencia y el cerebro 

Por años se pensó que el tamaño del cerebro estaba estrechamente vinculado con qué tan inteligente era un individuo, otros pensaban que era el número de neuronas lo que nos hacía más o menos inteligentes. Hoy sabemos que ninguna de estas hipótesis es cierta. 

Lo que han ido concluyendo los científicos es que, más que una sola inteligencia, debemos hablar de inteligencias múltiples. De acuerdo con Mara Dierssen, neurobióloga del Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CRG), “cada proceso puede ser diferente, puede estar sujeto a una variabilidad individual que seguramente depende de una variabilidad genómica”.  

Eso significa que hay personas que, por ejemplo, pueden ser más hábiles para escribir, pero puede haber otras con más aptitudes para la música, o para la pintura, o para la arquitectura… 

Para ejecutar dichas tareas, además, entrarían en funcionamiento no una, sino varias áreas cerebrales casi al unísono. “No creo que la inteligencia resida en una parte concreta de nuestro cerebro, sino que es una función que requiere de una abstracción bastante general”, señala Dierssen. 

Funciones de la inteligencia 

La inteligencia es la encargada de lidiar con el mundo exterior y el interior de manera tal que podamos adaptarnos a las situaciones exitosamente. Sus principales funciones son: 

  • Anticipar. Anticiparse a lo que podría ocurrir y tomar las medidas pertinentes para protegernos. 
  • Construir. La inteligencia construye las estructuras de pensamiento que la memoria almacenará, de modo tal que nos permita volver a esas experiencias para reaccionar ante situaciones futuras. 
  • Significar. La inteligencia también se encarga del área comunicativa, formando símbolos y lenguajes propios, que nos permiten representarnos el mundo real en su ausencia. 
  • Establecer relaciones. La causalidad, la consecuencia, los diversos tipos de relaciones que podemos establecer entre una realidad y otra, son el terreno de acción de la inteligencia. 

Tipos de inteligencia 

De acuerdo a cada autor, la inteligencia tiene diferentes clasificaciones. Podemos encontrar la inteligencia psicológica, biológica, la inteligencia operativa, inteligencia emocional y otras.  

En el primer caso, la inteligencia psicológica está vinculada a la capacidad cognitiva y el conjunto de funciones cognitivas como la memoria, la asociación y la razón.  

La inteligencia biológica es la capacidad de adaptación a nuevas situaciones. Está vinculada con los procesos cerebrales y los tejidos neuronales, así como las habilidades corporales. 

En tanto, la inteligencia operacional es aquella que nos permite el análisis de datos provenientes de diversas fuentes, y tomar decisiones estratégicas.  

Otras inteligencias son:  

  • Lingüístico-verbal 
  • Lógica-matemática 
  • Espacial 
  • Corporal-cinestésica 
  • Inteligencia musical 

Éstas tienen que ver con las formas en que nos es más “fácil” relacionarnos con el entorno.  

En todos los casos, la inteligencia está relacionada a la habilidad de un individuo de captar datos, comprenderlos, procesarlos y emplearlos de manera acertada. Asimismo, se pueden ejercitar y entrenar para que mejoren a lo largo del tiempo. 

Inteligencia emocional 

Además de las inteligencias vinculadas a funciones pragmáticas como el aprendizaje y el desempeño laboral o físico, podemos hablar de la inteligencia emocional. Ésta facilita la relación con el entorno, las personas y uno mismo. Nos permite entender y gestionar tanto las emociones como los intereses de uno mismo y de los demás.  

El adecuado uso de las herramientas que nos brinda la inteligencia emocional nos hace más proclives a solventar conflictos, ser creativos y constructivos y alcanzar acuerdos. 

Inteligencia vs conocimiento 

Consideremos que la inteligencia no se refiere al amplio conocimiento de datos e información que alguien pudiese tener o la cultura en general, tampoco tiene que ver con la velocidad mental de cálculo o de la pericia verbal. Si bien todo ello suele estar de alguna manera vinculado con ciertos tipos de inteligencia. 

¿Qué determina que una persona sea más inteligente que otra? 

Hoy en día, la ciencia no tiene una respuesta clara al respecto. El investigador Gustavo Deco considera que las conexiones neuronales son lo que podría explicar la diferencia.  

Señala: “Si hablamos de funciones específicas cognitivas (por qué una persona tiene mejor atención visual que otra; por qué una persona tiene mejor memoria a corto plazo que otra; por qué una persona hace mejor una tarea de toma de decisiones que otra…) en general se pueden correlacionar con la actividad cerebral”. 

El cerebro, y en concreto la corteza cerebral, está prácticamente por desarrollar cuando nacemos. Su desarrollo definitivo se va gestando gracias a los estímulos y la información que una persona va recibiendo paulatinamente del entorno.  

No obstante, tomemos en cuenta que las diferencias no deben ser motivos de discriminación entre unos y otros. 

De acuerdo a la información que se introduce en el sistema se modifica la estructura del cerebro, haciéndolo cambiar, lo cual depende de la plasticidad neuronal.  Y ésta la podemos favorecer mediante el entrenamiento. 

¿Cómo mantener la plasticidad cerebral?  

Existen dos caminos para estimular y conservar la plasticidad cerebral:  

El primero tiene que ver con acciones cotidianas como alimentarse, dormir bien o practicar ejercicio. Debemos llevar una dieta balanceada y actividad física que no sólo promueven la salud sino también nos protegen de patologías como hipertensión arterial, obesidad, sobrepeso y diabetes, que afectan al sistema nervioso, además de perjudicar su desempeño, explicó Casasola.  

Por otro lado, está el camino profesional donde se puede trabajar con técnicas, modelos o metodologías especializadas encaminadas a promover la plasticidad neuronal y rehabilitar al individuo —en caso de enfermedad— y aumentar su calidad de vida.  

Este es el caso de la técnica NeurOptimal®, un innovador método de neurofeedback creado por Val y Sue Brown, dos psicólogos clínicos; un método sencillo, eficaz sin efectos secundarios y sobre todo que se encontrará al alcance de todos.   

Un sistema global de neurofeedback dinámico que se basa en la plasticidad cerebral y sobre su capacidad de auto-curación, ayudando al cerebro a mantenerse en el presente a través de mecanismos inconscientes.   

Es un enfoque no médico y que no implica ningún diagnóstico, es suave, natural y seguro, tal como un espejo que informa al cerebro de su funcionamiento y le deja tomar las decisiones, sin imponer un estado especifico. 

Además, en neurofeedback dinámico:  

  • Promueve hábitos saludables de sueño. 
  • Ayuda a manejar mejor el estrés. 
  • Ayuda a mejorar la “agudeza mental”. 
  • Permite mayor flexibilidad y resistencia para lidiar con la cotidianidad. 
  • Provee de mayor confort, clama y enfoque. 
  • Mejora las instrucciones de seguimiento, concentración, resolución de problemas, multitarea, gestión de recursos, lógica, reconocimiento de patrones o coordinación ojo-mano. 
  • Mejora la capacidad de aprendizaje 

NEURODOZA | CITAS

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