La amígdala cerebral es el origen de la ansiedad, al menos explica cómo se detona un momento de pánico en el cerebro.

Es el punto medular donde se gestan las emociones, especialmente el miedo. Algunos consideran que ahí está nuestro instinto de supervivencia. Ciertos científicos la consideran también una parte fundamental en el proceso de la memoria, aunque los menos conocedores la confundimos con sus homónimas en la garganta.  Es la amígdala cerebral y hoy vamos a conocer un poco al respecto de esta importante zona cerebral y su intervención en el trastorno de ansiedad.  

Vinculada a lo que se conoce como “cerebro límbico”, la amígdala se localiza en la profundidad de los lóbulos temporales, situados en la parte lateral del encéfalo, aproximadamente a la altura de los oídos. Su papel principal es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.  

Su forma es como la de una almendra y es ella la que nos permite expresar físicamente emociones positivas y negativas, vincular recuerdos con emociones, regular la conducta sexual, controlar la agresividad y gestionar el miedo. Además, a través de ella se producen las reacciones de supervivencia más primitivas.  

Comando de la supervivencia 

La localización y estructura de la amígdala cerebral le permite conectarse y recibir conexiones de otras áreas neuronales, de mayor o menor relevancia, que se vuelven fundamentales en el proceso de la supervivencia.  

Gracias a la amígdala, por ejemplo, el cuerpo puede prepararse para huir o defenderse, ya que ésta es capaz de desencadenar cambios fisiológicos o respuestas del sistema nervioso autónomo para ello.  

Una vez que detecta el riesgo, el cerebro indica a las glándulas suprarrenales descargar una dosis de adrenalina que prepare los músculos a pelear o huir; hay aumento del ritmo cardiaco, sudoración y dilatación de las pupilas. Todo ello como mecanismo de supervivencia dictado inicialmente por la amígdala.  

El origen de la ansiedad 

De acuerdo a un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience, se identificó que la amígdala puede ser capaz de extraer información del entorno de forma acelerada y considerar si se trata de una posible amenaza o estímulo biológicamente relevante, antes de recibir información visual más fina procesada por el neocórtex.  

Es decir, la sensación de miedo aun ante estímulos muy pequeños, viaja muy rápidamente por el organismo gracias a la amígdala capaz de identificar la amenaza mucho antes de que el ojo lo haga.  

La investigación -realizada por Constantino Méndez-Bértolo, investigador del Campus de Excelencia Internacional Moncloa de la Universidad Complutense (UCM) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM)- confirma cómo de rápido viaja la información entre el circuito visual y el emocional de la amígdala y permiten entender la influencia de ésta en las crisis ansiosas y el trastorno de ansiedad generalizada.  

La ansiedad en el cerebro 

Ante una exposición crónica de estrés y, por ende, un desbalance en ciertos neurotransmisores, la amígdala puede dispararse antes estímulos que objetivamente no son amenazas, pero que nosotros percibimos como tales. Es así como se detona una crisis ansiosa.  

Bajo estas circunstancias, también la ínsula se encontrará hiperactiva. Esta estructura, entre otras funciones, está implicada en la percepción del propio cuerpo y las señales corporales. Así, cuando tenemos ansiedad, la ínsula hiperactiva interpretará las señales de nuestro cuerpo mucho más intensificadas y ello detonará la ansiedad. Ejemplo de ello es la exageración en la sensación de ahogo u opresión de pecho, en un ataque de pánico, cuando el cuerpo siente señales de miedo.  

Emoción Vs. Razón 

Por otra parte, vinculado a la amígdala, encontramos también el hipocampo, involucrado en los procesos ansiosos. Éste es una estructura del cerebro ubicada profundamente en el lóbulo temporal, como parte del sistema límbico, que regula el estímulo, la emoción y la memoria.  

Cuando se detona el proceso ansioso, la actividad del hipocampo disminuye extremadamente, lo que hace que sea más complicado acabar con la asociación del estímulo a un miedo excesivo en personas con ansiedad.  

Aunado a ello, las áreas corticales correspondientes al lóbulo frontal disminuyen su actividad, inhibiendo el proceso racional frente al miedo. Lo que impide apagar la alarma de amenaza y el miedo. Así, en la crisis ansiosa se activa más las áreas emocionales y se minimiza la actividad en las zonas racionales.  

La amígdala tiene memoria 

La amígdala también vincula los recuerdos almacenados en el cerebro con las emociones que ese suceso nos hizo sentir. Lo mismo recuerda un suceso que nos hizo felices, provocándonos alegría, que momentos tristes que evocan traumas emocionales. 

Ello contribuye aún más a la interpretación de riesgo de ciertos estímulos que percibimos como dañinos gracias a la memoria de algún suceso anterior que fue doloroso para nosotros.  

Mecanismo de defensa: la agresión 

Como mecanismo de defensa primigenio, la amígdala también controla los niveles de agresión. Estudios demuestran que las personas con una amígdala hiperestimulada tienen una tendencia mayor a responder con agresividad ante ciertos estímulos.  Esto puede ser una exacerbación de la respuesta de defensa.  

Desaprender la ansiedad 

Como podemos observar, la amígdala cerebral combina un aspecto biológico y otro emocional que pueden llegar a provocarnos ansiedad. Un mecanismo que, en gran parte, es la forma en que el cerebro ha aprendido a reaccionar ante ciertos estímulos. Una terapia cognitiva, por ejemplo, puede ayudar al paciente a identificar los pensamientos irracionales que le producen temor o sensación de amenaza, y le entrena para encontrar opciones a esos pensamientos, de forma más adaptativa y saludable. 

Neurofeedback dinámico y ansiedad  

Además, ante las exigencias de la situación que se experimenta en la ansiedad, el cerebro tiene que modificar su adaptación, lo que no siempre es posible de la manera acelerada que el contexto le exige. Para facilitar la corrección del funcionamiento cerebral, el neurofeedback dinámico se ha identificado como una herramienta fundamental, pues ayuda al cerebro a adaptarse al nuevo entorno de manera natural. A través de las sesiones en NeuroDOZA se habla directamente al cerebro en un lenguaje comprensible y directo, y se le comunica lo que no está haciendo correctamente para que pueda corregirlo. 

También podemos considerar al neurofeedback dinámico como una excelente manera de rehabilitación cognitiva y útil para acelerar los cambios que se dan otras terapias psicológicas, pues actúa en el sistema nervioso central y por lo tanto ayuda a evolucionar a nivel físico, mental y emocional. 

El innovador sistema NeurOptimal con el que trabajamos, corrige la actividad cerebral basándose única y exclusivamente en la plasticidad cerebral propia de cada uno. Al ser un método de auto-regulación y auto-regulación cerebral, le comunica al cerebro aquello que no va bien o no funciona adecuadamente y éste reacciona, sabiendo perfectamente lo que tiene que hacer reorganizándolo. 

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