Empatía, bondad nacen en el cerebro. Emociones que se gestan en las llamadas células espejo y que por naturaleza nos hacen preservar nuestros vínculos sociales.
Hemos llegado al final de este 2020 tan difícil para toda la humanidad. Aunque la luz al final del túnel comienza a aparecer con el advenimiento de la vacuna contra Covid 19, el próximo año sigue siendo incierto. En medio de esta desazón, arribamos a las fiestas decembrinas y recordamos el tiempo de paz, de bondad y de empatía que significa, por ejemplo, la Navidad.
De estas actitudes humanas, el cerebro es el gran comandante, aunque de su funcionamiento aún se sabe poco. La empatía, no sólo es una amable disposición del hombre para ponerse en los zapatos del otro y considerar lo que pudiera sentir en una situación determinada. Es el producto del funcionamiento de las llamadas neuronas espejo.
Neuronas espejo
Imagina que vas por la calle y te topas de frente con un desconocido. El desconocido te sonríe y tú automáticamente le sonríes de manera recíproca, sin cuestionarlo. El cerebro ha sido capaz de interpretar la acción del otro y responde a ella con naturalidad, pues la acción del desconocido brinda suficiente información para que el cerebro la entienda.
Esta reciprocidad ha sido fruto del actuar de las neuronas espejo. Éstas suelen reflejar emociones y sensaciones ajenas; gracias a ellas, se puede empatizar con los demás.
A partir de un estudio realizado por Giacomo Rizzolatti, neurocientífico de Padua, Italia (1996), se conoce que las neuronas espejo son células empáticas, capaces de imitar y aprender lo imitado.
Su estudio hecho en macacos, revela que cuando contemplamos a otro haciendo algo es como si nosotros mismos estuviéramos viendo nuestra propia acción refleja. Es decir, somos espejos de los otros. Un mecanismo fundamental en el aprendizaje (por imitación).
La raíz de la empatía
Tras cada acción que el otro comete, nosotros nos encontramos conectados a ese acto, ese pensamiento y ese sentimiento. Mediante esta conexión de neuronas espejo, podemos acceder al estado mental que condujo a las acciones del otro.
Estas células cerebrales, cuya misión es reflejar la actividad que estamos observando, son las culpables de que, por ejemplo, bostecemos cuando alguien lo hace ante nosotros.
Las neuronas espejo que reflejan las sensaciones y emociones de los demás, hacen que sintamos en carne propia como si fuesen nuestras acciones. A su vez, estamos conectados con la emoción que nos quiere trasmitir, lo que nos permite sentir lo que el otro puede sentir.
Y aunque el proceso de la empatía se vincula al aprendizaje, también es la capacidad de percibir, comprender y contagiarse de las emociones que nos rodean.
¿Dónde se localiza la empatía?
Los estudios neurocientíficos nos dicen que no existe una región del cerebro en el que la empatía se desarrolle, sino una red que une diferentes zonas. Las neuronas espejo se encuentran en:
- El lóbulo frontal (planificación y ejecución del movimiento, la sensibilidad táctil)
- Lóbulo parietal (integral la información de los sentidos, en una imagen corporal)
- En la corteza insular (relacionada con las emociones y el dolor)
- En el cíngulo (relacionado con emociones y dolor)
La bondad también nace en el cerebro
La empatía es un concepto estrechamente vinculado con la bondad. La bondad se identifica con la característica propia de las personas buenas, las que tiende a hacer el bien. Se relaciona con conceptos como generosidad, amabilidad, ayuda, compasión…
Una persona bondadosa realiza el bien y promueve todo lo bueno para las demás personas, procura el beneficio de los otros, así como trata de aliviar el dolor humano, atender a las personas necesitadas y colaborar con los demás. Esencialmente una persona bondadosa lo es gracias a la empatía que pueda sentir por otros.
Jerome Kagan es un conocido y veterano profesor de psicología en Harvard que defiende la idea de que nuestro cerebro está programado para practicar la bondad. Por su parte, Daniel Goleman nos recuerda que una de las emociones más intensas para nuestro cerebro es el de la compasión.
El autor del libro Inteligencia emocional, señala al respecto: “Todo el sistema límbico reverbera en múltiples conexiones cuando practicamos la compasión. Se liberan además neuroquímicos como la oxitocina, y se orquesta de pronto toda una serie de emociones positivas donde la empatía, la reciprocidad o el deseo expreso de propiciar el bien, se hacen patentes”.
Los expertos en neuropsicología señalan que la bondad es un instinto heredado que enseñó a nuestros ancestros que en un medio hostil no sobrevive el más fuerte, sino el que dispone de una mejor red de apoyo a través de la bondad.
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