El cerebro es adicto a las emociones y aquí te explicaremos cuál es el proceso que nos lleva a engancharnos con lo que sentimos.

Sabemos que los procesos adictivos se encuentran vinculados a la producción de ciertos neurotransmisores que facilitan el enganche a sensaciones que nos resultan placenteras de una u otra forma.  

Cada pensamiento emocional nos produce una serie de sensaciones inconscientes que se registran en el cerebro a partir de la producción de neuroquímicos como la dopamina, la oxitocina o la serotonina, y el circuito de recompensas se habitúa a éstos produciéndose una adicción a la emoción que los genera.  

El placer de las emociones 

Por supuesto existen emociones placenteras per se, como la dicha, la alegría, el amor, etc., que nos hacen sentir bien. No hay duda que éstas nos producen un gozo que deseamos repetir en experiencias subsecuentes pues nos hacen sentir queridos, seguros, confiados, divertidos, valientes… 

No obstante, hay emociones llamadas negativas que, igualmente, suelen producirnos algún tipo de beneficio. Por ejemplo, cuando nos mostramos tristes, nuestra madre nos consuela con caricias, abrazos o palabras dulces. Cuando nos enojamos, la gente nos teme y responde a nuestras necesidades de forma eficaz.  

Las caricias de nuestra madre o la satisfacción de ver a otros sometidos a nuestra voluntad (por miedo), también nos hacen sentir una especie de placer que nos agrada y que, a la larga, podemos llegar a habituarnos a él.  

Un enojo, por ejemplo, puede generar adrenalina; en tanto que el amor aumenta la dopamina. 

La adicción emocional 

Habituarnos a ciertas emociones por los beneficios que, aparentemente, nos reportan es el inicio de una adicción emocional que, como otras, puede destruirnos y pasarnos una cara factura.   

La adicción emocional es la necesidad de determinada emoción y el esfuerzo que hacemos para volverla a sentir. El comportamiento de las personas se concentra en volver a disfrutar de las sensaciones que cierta emoción le ha producido y cada vez más requerirá grandes dosis de ese “placer”.  

El circuito de recompensa 

En el cerebro existe un área llamada Tegmental Ventral (VTA) que es el principal eslabón del circuito de recompensa cerebral. Esta área contiene neuronas que se proyectan hacia diversas regiones del cerebro, desempeñando un papel fundamental en la motivación, el deseo, el placer y la valoración afectiva.  

En esta zona se identifica la presencia de neuronas dopaminérgicas (productoras de dopamina), que como ya hemos publicado antes, son causantes de las sensaciones placenteras y que buscaremos cada vez más.  

Cuando el organismo detecta estimulación placentera, el área tegmental ventral envía proyecciones dopaminérgicas al núcleo accumbens. El aumento de la concentración de dopamina en esta área tiene un efecto reforzador sobre la conducta asociada a la obtención de placer o satisfacción. 

El sistema de recompensa impacta en el circuito primitivo de nuestro cerebro (límbico), el más básico y que nos ayuda a la supervivencia. Se encarga de la regulación de sensaciones placenteras, memoriza los estímulos del ambiente, facilita el aprendizaje y promueve la repetición de la conducta.  De tal forma se refuerza el efecto adictivo de las emociones.  

El cerebro es adicto a las emociones 

Tanto nuestros recuerdos como los pensamientos emocionales que tenemos producen estos químicos placenteros que estimulan el circuito de recompensa cerebral, generando la adicción emocional.  

Somos adictos a los químicos y emociones que se producen en nuestro cerebro como reacción al entorno y a nuestros pensamientos. Los neuroquímicos, a su vez, afectan nuestro estado de ánimo, las acciones, las creencias, las percepciones sensoriales e incluso lo que aprendemos. Cualquier interrupción del nivel de químicos habitual nos provoca incomodidad, por lo que haremos todo lo posible para restablecerlo (volver a sentir el placer).  

Pero, las neuronas pierden sensibilidad. Cada vez necesitarán más de la misma sensación para volver a activar el cerebro y producir otra gran cantidad de neuroquímicos, como la dopamina, para sentir el placer. La próxima dosis tendrá que aumentar para producir la misma respuesta…  

Imaginemos ahora que el placentero sentir debido al enojo o la tristeza cada vez requerirá mayor intensidad de emoción. Cada vez más enojo, cada vez más celos, más tristeza… Así es como habituarnos a una emoción de manera inconsciente, nos engancha y vuelve adictos a ella.  

Neurofeedback para luchar contra la adicción emocional 

Como en otros casos, el neurofeedback dinámico puede ser una herramienta que colabore en el tratamiento de adicción emocional, junto con recursos psicológicos y farmacológicos, según el caso.  

En las dos últimas décadas se ha investigado el uso del neurofeedback como una técnica de apoyo y refuerzo de técnicas terapéuticas tradicionales en el tratamiento de personas que sufren de algún tipo de adicción.  

Su uso no sólo ayuda a reconstruir enlaces neuronales estables, a regular de nuevo la estabilidad emocional y a reforzarse mentalmente hacia el cambio y la toma de decisiones potenciando la motivación y la autoestima, sino que además puede suponer una disminución progresiva de la toma de medicamentos sedantes y antidepresivos.   

Además, puede ayudar a prevenir y controlar otras condiciones que detonan una adicción como el Trastorno por Déficit de Atención, un problema asociado y generalmente presente en este tipo de pacientes y que supone una gran barrera en cuanto al tratamiento exitoso de la adicción, ocasionando además un importante número de recaídas en un importante porcentaje.   

En este sentido, hay que considerar que la vía de refuerzo dopaminérgica es sustancialmente la misma que se considera responsable del TDAH, y el neurofeedback ya ha sido reconocido internacionalmente como una herramienta probada para el tratamiento del mismo. 

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