Esta suele ser considerada una emoción negativa y estigmatizada, pero es natural sentirla, para procesarla sanamente hoy te decimos cómo gestionar la irritabilidad.  

Irritabilidad, enojo y rabia son emociones tan comunes como la alegría o el regocijo. Sin embargo, han sido estigmatizadas como negativas, lo que hace que nos “impidamos” sentirlas —como si eso fuera posible—, hasta que explotamos y tendemos a manifestarlas de forma violenta.  

Asumir que son parte de nuestro repertorio emocional y aprender a gestionarla sin restricciones, nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida y salud emocional.  

Un tema que puede complementarse con la práctica del neurofeedback dinámico, el cual promueve la resistencia al estrés y la ira, disminuye los niveles de irritabilidad, así como ayuda a una mejora en las habilidades de gestión social y emocional. 

¿Qué es la irritabilidad? 

La irritabilidad es un estado emocional que genera una sensación de malestar externalizado, generalmente con conductas hostiles y reacciones intensas ante estímulos neutros que no deberían enojarnos. 

Tras la irritabilidad suele estar una tensión y estrés constante, que impiden o dificultan la regulación emocional de una persona. 

El problema sucede cuando este estado de irritabilidad se alarga y crónica afectando a la funcionalidad del sujeto.   

¿Qué nos causa irritabilidad? 

En sí misma, la irritabilidad es una condición emocional bajo la que podemos encontrar otras emociones o sentires. Entre las causas más comunes pueden estar: 

  • Insatisfacción: sentimiento de vaciedad y sin sentido, de no sentirse a gusto con uno mismo y su vida.  
  • Falta de descanso: no dormir bien o descansar poco puede ser causa de la irritabilidad. No sólo por la incapacidad de dormir y la molestia que esto puede causar, sino por las alteraciones que la falta de sueño puede producir en el cerebro.  
  • Abstinencia: la irritabilidad también puede ser causado por el síndrome de abstinencia a una droga o alcohol. Es una condición que puede provocar tal malestar que, incluso, causa furia.  
  • Lesión cerebro traumática (LCT). Algunas investigaciones muestran que hasta tres cuartas partes de las personas con una LCT padecen irritabilidad. Además, hasta el 50% de las personas con una LCT tienen problemas de ira. Una persona que no era propensa a la irritabilidad o la ira antes de su LCT ahora puede estar fácilmente irritada o enfadada después de su LCT. 
  • Enfermedades. El dolor, la gripe, la menopausia o síndrome de ovario poliquístico pueden alterar los neuroquímicos y con ello generar un malestar tal que predisponga a los individuos a un estado de irritabilidad.  
  • Trastornos de salud mental. Ansiedad, depresión, TLP u otros trastornos mentales pueden ser causa de esta condición emotiva. Como en casos anteriores, esto depende mucho de los neuroquímicos que se ven alterados ante la enfermedad mental.  
  • Estrés crónico. Este produce alteraciones en el cerebro que predisponen a la ira y el enojo. Asimismo, resta habilidades para manejar el cansancio, la socialización y la emotividad, por lo que se acentúa la susceptibilidad.  

¿Cómo gestionar la irritabilidad? 

Si la irritabilidad es frecuente y entorpece el curso de tu vida diaria, es importante que te acerques con un profesional de la salud mental para que te ayude a manejarla.  

En el proceso, te convienen las siguientes prácticas:  
  • Mantenerte consciente de tus emociones, así identificar en qué momentos y por qué sueles irritarte. Puedes contemplar tus sentimientos, razonar con los pensamientos que están involucrados y controlarlos para reducirlos.   
  • Aléjate. Puede ser útil alejarse de las situaciones que pudiera detonar tu enojo o fomentar tu estado de irritabilidad. Así puedes evitar arrebatos, discusiones y situaciones incómodas.  
  • Date tiempo. Cuando identifiques la razón de tu irritabilidad, puedes comenzar dándote tiempo para descansar más, estar en situaciones cómodas, tener sesiones de relajación, etc.  
  • Practica el neurofeedback dinámico. De acuerdo a los estudios realizados, se reporta que, con esta práctica, las personas logran alcanzar hasta un 20% de mejoría en las primeras cinco sesiones de entrenamiento.  

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