Cerebro Optimista, ¿nace o se hace? Una pregunta a la que dan respuesta algunos estudios que aquí te presentamos con el fin de que tu vida y tu salud sean mejor pensando en positivo.

Siempre será mejor vivir con una justa dosis de optimismo que cargar la pesada losa del pesimismo constante. Además, ser optimista nos trae muchos beneficios a la salud física y emocional, y en particular le brinda una especie de protección al cerebro.  

Ser optimista es tender a ver y a juzgar las cosas en su aspecto más positivo o más favorable, es aguardar siempre lo mejor. Y esta actitud es saludable, pues nos ayuda a:   

  • Prevenir infartos y problemas de colesterol. 
  • Tener un mejor manejo del estrés o de la ansiedad. 
  • Tener mayor rendimiento académico, laboral e incluso deportivo. 
  • Tener una vida más longeva; se estima que una persona optimista vive un 19% más que los pesimistas. 

Por su parte, el pensamiento negativo no es malo en sí mismo, el cómo reaccionamos ante él pues sí puede serlo. 

El optimismo protege nuestro cerebro 

De acuerdo al Consejo sobre la Salud Cerebral de AARP, la positividad y el optimismo podrían protegernos contra el declive cognitivo. Entre los resultados del análisis, se sabe que tener un propósito en la vida podría reducir el riesgo de una futura demencia hasta un 20%  

Asimismo, se destacó que la ansiedad, el estrés y la depresión están relacionados con el deterioro cognitivo, por lo que ser capaces de lidiar positivamente con ellos puede reducir los riesgos de deterioro cognitivo a medida que se envejece.  

Cerebro optimista 

En el cerebro existe una predisposición a esperar hechos positivos o negativos que se encuentra en las mismas áreas neuronales. Es decir, el optimista y el pesimista, ponen en acción las mismas zonas, pero con distinta activación.  

Entre ellas se encuentra el hipocampo, relacionado con la memoria; la amígdala, que se encarga de alertarnos sobre posibles riesgos; el circuito del placer que libera serotonina (la hormona del buen ánimo); la corteza prefrontal vinculada al razonamiento y resolución de problemas. Además de verse involucra las áreas del hemisferio izquierdo, la corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal.  

Así, todas estas regiones tienen que ver con la percepción y la experiencia, así como con el placer o peligro con el que experimentamos la vida. Existe mayor actividad donde las fibras nerviosas se conectan con nuestra mente emocional: la emoción, que somos nosotros, que es energía, es realmente la responsable de nuestra tendencia optimista. 

Igualmente se sospecha que el optimismo programado en nuestra mente es una forma de que continuemos adelante y realicemos planes. Es una especie de motivador, muy pronto de las áreas de placer y la producción de dopamina.  

Cerebro Optimista, ¿nace o se hace? 

También se sabe que hay personas que genéticamente tienen mayor predisposición a los trastornos depresivos y de ansiedad. Otras en cambio reflejan actitudes más resilientes y resistentes al estrés debido a una sutil combinación entre genética, crianza y educación, así como la integración de herramientas personales de afrontamiento. 

Un estudio realizado en el King’s College de Londres, revela que la actitud positiva viene determinada genéticamente un 25%. Es decir, heredamos de nuestros padres ese porcentaje, mientras que el resto, lo queramos o no, depende de nosotros mismos, de nuestra actitud personal, de nuestro enfoque y determinación.  

De tal manera, podemos aprender a ser optimistas y, con ello, mejorar la salud física y mental. Gracias a su enorme capacidad de aprendizaje y a la neuroplasticidasd, el cerebro puede aprender a ser optimista con un buen entrenamiento.  

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